A PIEZAS

Traigo en las manos

las piezas de todos los puzzles

que no he sido capaz de resolver.

Tu ausencia,

las cicatrices de todas las guerras

que perdimos en la cama de nadie,

el pecho abierto de par en par,

el vuelo de una gaviota ensangrentada

que se perdió de camino a ese París

que nunca necesitamos.

Piezas defectuosas

roídas

desgastadas,

como mis rodillas

reventadas por creer

que merecía la pena

romperme hasta los huesos por tu boca,

hasta el alma,

como si fuéramos inmortales

y este «No quiero que vuelvas nunca»

no fuera más que una jodida ruleta rusa

en la que la pistola

estaba cargada con dos balas,

en la que por jugar a desquerernos

nos hemos jodido también las alas

en el ejercicio absurdo

de aprender a quererse a medias.

Traslapiel

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