Todavía tengo
la ropa sin tender
pudriéndose en el cesto,
como una metáfora macabra
que habla de mis putas instrucciones
para cuidarme el alma.
Pudriéndose,con las ventanas cerradas
y el olor a muerto trepando por las paredes.
Todavía puedo avanzar en aquel cursillo
sobre como tirar mi vida por la borda
y convertirme en la protagonista
del último naufragio no televisado del momento.
Puedo apretar los dientes
hasta que estallen de rabia todos los cristales,
cambiar a rojo todos los semáforos
como reflejo de este fuego
que me está abrasando por dentro
y aparentar mientras tanto
que este bar es la última noche que me aprieta la garganta,
que esta copa es la penúltima definitiva
y que esta boca pintada de derrota
ha desaprendido por fin
todas las palabras que empiezan por futuro.
Traslapiel